Taxonomía.
Las abejas son insectos alados (pterygota) que se integran en el órden de los himenópteros, palabra latina derivada de la agrupación de los términos hymen (membrana, piel delicada) y pteron (ala). Estamos hablando, por tanto, de unos insectos de alas desnudas, membranosas. No obstante, ha de tenerse en cuenta que las hormigas se integran en este orden a pesar de que la mayoría de ellas carecen de alas.
Los himenópteros se clasifican a su vez en dos subórdenes: Apócrita y Symphyta; del primero de ellos forman parte las abejas, las hormigas y las avispas. En el segundo se integran los himenópteros más primitivos, careciendo de esa “cintura de avispa” o minúscula conexión entre el torax y el abdomen, característica de los apócrita.
Las abejas forman parte de la familia apidae, que se integra en la superfamilia apoidea.
Esta sería por tanto la taxonomía de las abejas: clase insecta, subclase pterygota, orden hymenóptera, subórden apocrita, superfamilia apoidea, familia apidae, subfamilia apinae.
Organización social.
Las abejas, al igual que las hormigas, han desarrollado hábitos sociales. Viven en comunidades que pueden alcanzar las sesenta mil criaturas, la mayoría de las cuales son obreras, hembras con un inacabado desarrollo sexual.
La estructura social se completa con la reina y los zánganos.
La expansión de la especie.
Cuando es tiempo de constituir una nueva colonía la abeja reina abandona el panal, que a partir de ese momento queda a cargo de la reina más jóven.
Acompañarán a la vieja reina un númeroso grupo de obreras que, en enjambre, aguardarán a una cierta distancia de su vieja colmena que las abejas “exploradoras” localicen un nuevo lugar de acomodo.
Cuando esto sucede el enjambre se desplaza a su nuevo hogar, empezando a construir inmediatamente los panales de cera con sus características celdillas hexagonales en cada una de las cuales la reina deposita un huevo del que nacerá una larva.
La incubación del huevo se materializa en tres días y la larva alcanza su pleno desarrollo en una semana. Es entonces cuando las obreras tapan la celdilla con cera para que se lleve a término uno de los más maravillosos milagros de la naturaleza, el de la metamorfósis.
La larva teje un capullo de seda en cuyo interior se transforma en crísalida y esta a su vez en abeja adulta.
Las reinas.
Para que una larva de abeja llegue a ser reina tendrá que haber sido nutrida con alimento de reyes: la jalea real.
Cuando nace una reina destruye al resto de larvas reales. Si nacen varias a la vez se desencadena una lucha a muerte entre todas ellas, de la que saldrá una única vencedora.
La reina sólo es fecundada una vez, conservando la fertilidad durante toda su vida, que puede llegar a ser de cinco años. Durante ese período pondrá hasta 2000 huevos diarios.
La fecundación se produce durante el llamado “vuelo nupcial” en el que la reina es cortejada por un grupo de zánganos.
El más rápido y fuerte será, para su desgracia, el que asegure el futuro de la especie. Y digo para su desgracia porque, concluido el encuentro sexual, la reina se llevará en su abdomen parte del aparato genital del macho.
Los zánganos.
Son fruto de un huevo no fecundado y su número en la colmena puede llegar a los mil quinientos. Cumplen una doble función: calentar el nido de cría y fecundar a la reina.
Su existencia es efímera y desgraciada: no viven más de tres meses. En todo caso, dependerá de que haya reinas vírgenes y nectar suficiente. Si no concurren esas circunstancias son expulsados del hogar común y vilmente asesinados ya que carecen de aguijón para defenderse.
Las obreras.
Las larvas de obreras viven en los primeros instantes de su existencia el sueño de un futuro prometedor (llegar a ser reinas), pues tambien ellas son alimentadas al principio con jalea real; pero este sueño se disipa pronto, ya que a los pocos días se sustituye la jalea por miel y polen.
Durante los tres primeros días de su existencia, las obreras tienen encomendadas funciones de limpieza de la colmena; a partir del cuarto se convierten en nodrizas y pasan a ocuparse de las larvas. Desde el décimo al vigésimo día se ocupan de la seguridad de la colmena, segregan cera y fabrican miel y transcurrido ese periodo su actividad se centra en el trabajo fuera de la colmena, buscando alimento y agua.
Si la obrera nace en otoño vivirá unos cinco meses; si nace en primavera no pasará de los cincuenta días de existencia.