miércoles, 26 de junio de 2013

Los fotógrafos de la revolución mexicana

Revolucionario con su winchester en un tren. Autor: Agustín Víctor Casasola.


La de México, la revolución más fotografiada.
La mexicana fue una revolución fotografiada –y filmada- en directo. Centenares de objetivos siguieron, minuto a minuto, el día a día de un conflicto bélico repleto de héroes y villanos. Todavía hoy, muchas de las instantáneas tomadas en aquél entonces continúan siendo iconos colectivos.
Todo revolucionario que se preciara debía tener sus propios fotógrafos de cabecera, hasta el punto de que algunos de los protagonistas de aquél sangriento drama llegaron a confundir, en determinados momentos, ficción y realidad.
En la cohorte de Pancho Villa figuraban periodistas e intelectuales. Los medios de comunicación le fascinaban de tal modo que rara vez rechazaba una entrevista.
Según el crítico de cine Valdemar Ayala Gándara, en 1913 Pancho Villa organizó una subasta en la que ofreció a las compañías cinematográficas norteamericanas la posibilidad de filmar sus batallas.

Emiliano Zapata. Autor: Antonio Garduño.

La Mutual Film Corporation, compañía que produjo algunas de las más importantes comedias de Charles Chaplin, compró los derechos a cambio del 20 por 100 de los beneficios de distribución, abonándole un anticipo de de 25.000 dólares, que invirtió en adquirir armamento.
Las escenas que se grabaron del conflicto mexicano fueron distribuidas por todo el mundo. Tal fue el éxito obtenido que la productora decidió hacer una película mezclando escenas reales y de ficción. Se tituló “The life of General Villa”.
Aún cuando en principio iba a ser dirigida por Griffith, el rodaje de “El nacimiento de una nación” le apartó del proyecto, siendo realizada finalmente por Christy Cabanne. El propio Villa era el protagonista del film, salvo en las escenas de juventud, que fueron interpretadas por Raoul Walsh.
No se sabe si fue con fines publicitarios, pero lo cierto es que se difundió la especie de que Villa aceptó combatir únicamente durante el día para que los cámaras dispusieran de luz suficiente, o que, si tenían que repetir alguna escena, los villistas no dudaban en embutirse los trajes de los cadáveres enemigos para recrear la secuencia. Lo cierto es que la desaliñada manera de vestir de Villa no gustaba a los productores americanos, que terminaron engalanándole con un bonito uniforme.
Entre los fotógrafos que siguieron las andanzas de Pancho Villa pueden citarse a los hermanos Cachú o a John Davidson Wheelan; Sara Castrejón, primera fotógrafa de la revolución, Cruz Sánchez y Armando Salmerón fotografiaron a las tropas zapatistas y Fernando Soto y Jesús Abitia a los carranzistas.
Entre la pléyade de fotógrafos que documentaron la revolución méxicana, dos merecen especial atención: Agustín Víctor Casasola y Hugo Brehme.
Aún tratándose de un fotógrafo menor, Casasola tuvo la habilidad de crear una de las primeras agencias de fotografía del mundo, la “Agencia Fotográfica Mexicana”, que en 1912 pasó a denominarse “Agencia Mexicana de Información Fotográfica”. Hasta 483 fotógrafos llegaron a colaborar con su agencia.
Casasola llegó a atribuirse la autoría de imágenes capturadas por otros autores, incluidas las de su hermano Miguel. Se tiene constancia de que borraba en los negativos los nombres de los titulares de las fotografías, sustituyéndolos por el suyo.
A pesar de este comportamiento poco ético, lo cierto es que su agencia suministró material gráfico a periódicos de todo el mundo y que tuvo la acertada visión de constituir en 1900 el denominado “archivo Casasola”, que terminaría convirtiéndose en su auténtica obsesión.
Llegó a acumular un fondo de casi medio millón de fotografías, que en la actualidad se conservan en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, en Pachua, en el Estado de Hidalgo.
A Hugo Brehme, de origen alemán, se le considera el mejor fotógrafo de la revolución mexicana. Llegado a México en 1905, en 1908 se instaló en Veracruz y en 1910 abrió un estudio en ciudad de México. En 1911 se integró en la agencia de Casasola.
Fotografió la Decena Trágica de 1913, la estancia de Zapata en Morelos o la intervención de Estados Unidos en Veracruz. En 1923 publicó “México pintoresco”, un clásico de la fotografía mexicana en el que se recogen 197 obras suyas, de gran fuerza poética.
Además de todos los citados anteriormente, fueron muchos otros los fotógrafos que recogieron para la historia impresionantes imágenes del México revolucionario.
Cabe citar, a título de merecido reconocimiento, a Miguel Casasola, Gerónimo Hernández, Manuel Ramos, Homer Scott, P.C. Schockey, Heliodoro Juan Gutierrez, Antonio Garduño, Félix Miret, Sabino Osuna, Walter H. Horne, Samuel Tinoco, Hartfort H. Miller, Robert Ruyon, Antonio, Guillermo y Benito Rousset, Cruz Sánchez, Eduardo Melhado, Ignacio Medrano Chávez, Jesús H. Abitia, José Mora o los hermanos Cachú, entre otros.

Las soldaderas o adelitas.
En la historia de la revolución mexicana, los fotógrafos prestaron especial atención a las soldaderas, sacrificadas mujeres que, con los pies descalzos, caminaban al costado de los orgullosos combatientes masculinos que se desplazaban a caballo, protegiéndose del sol con sombreros de ala ancha.
A ellas les correspondió transportar los bultos y las armas, conseguir alimentos, cocinarlos, cuidar de los heridos y, en muchos casos, soportar la violencia sexual que ejercieron sobre ellas sus machistas compañeros.

La adelita. Autor: Gerónimo Hernández.

De hecho, se lloraba más la muerte de una yegua que la de una soldadera.
El propio Pancho Villa siempre trató con crueldad y desprecio a las mujeres. Aunque en 1946 el Congreso mexicano reconoció a Soledad Seáñez Holguíz como su legítima esposa, se sabe que contrajo matrimonio al menos setenta y cinco veces.
Aunque únicamente se les reservaban tareas de retaguardia e intendencia, muchas de estas mujeres se batieron en el frente, alcanzando gran notoriedad. Es el caso de la Cucaracha, María Pistolas, Petra Herrera, la Coronela, Margarita Neri, Rosa Bobadilla o la Tigresa.
Fruto de la unión de una de ellas, Manuela Oaxaca, con el revolucionario de origen irlandés Francisco Quinn, nació Anthony Quinn, gran actor que, en 1952, interpretó el papel de Eufemio Zapata, hermano mayor de Emiliano (Marlon Brando) en la película de Elia Kazan “Viva Zapata”.
Otra, llamada Adela Velarde, conocida como la Adelita e inmortalizada por el fotógrafo Gerónimo Hernández, cuidó en 1914 del soldado herido Antonio del Río Armenta, quien se lo agradeció componiendo el famoso corrido que lleva su nombre:
“Si Adelita se fuera con otro
la seguiría por tierra y por mar,
si es por mar en un buque de guerra,
si es por tierra en un tren militar”.


La cámara también estaba presente cuando asesinaron a los héroes de la revolución.
Los auténticos héroes de la revolución mexicana fueron los cientos de miles de ciudadanos anónimos que perdieron la vida en ella.
Se estima que murieron un millón de personas durante el proceso revolucionario.
Otros autores elevan la cifra a dos millones, incluyendo en ella, además de a los muertos violentamente, a los que perecieron víctimas de las hambrunas y epidemias.
Para imaginar la magnitud de la tragedia baste decir que, de una población de quince millones de individuos, casi el ocho por ciento pereció a causa de este conflicto.

Ejecución. Autor desconocido.

El 22 de febrero de 1913, el Presidente Madero y su vicepresidente José María Pino Suárez fueron asesinados tras el golpe de estado perpetrado por el comandante Victoriano Huerta. Trasladados en automóvil al Palacio de Lecumberri, el Mayor Francisco Cárdenas le descerrajó un tiro en la cabeza al Presidente cuando estaba descendiendo del vehículo; Pino Suárez trató de escapar inútilmente, recibiendo trece disparos en la cabeza. El fotógrafo Manuel Ramos dejó constancia de los sentidos homenajes que ciudadanos anónimos rindieron a su presidente en el lugar del crimen.
Emiliano Zapata murió víctima de la traición del Coronel Jesús Guajardo. Este individuo, miembro de las fuerzas constitucionalistas, le anunció al líder revolucionario la intención de unirse a su bando. Acordaron encontrarse en la Hacienda de Chinameca, en Morelos, el 10 de abril de 1919.

Cadaver de Emiliano Zapata exhibido en Cuautla. Autor: José Mora.
Cuando Zapata llegó al lugar convenido, un soldado hizo sonar el clarín con el falso propósito de que las tropas le rindieran honores; en realidad era la señal convenida para asesinarlo. Francotiradores apostados en la azotea de la hacienda abrieron fuego contra el líder revolucionario, acabando con su vida.
Todavía se conserva la película del funeral y entierro de Zapata en Cuautla, Morelos. El fotógrafo José Mora aprovechó el acto fúnebre para realizar una magnífica instantánea del cadáver de Zapata, rodeado de sus seguidores.
El 20 de julio de 1923, Pancho Villa viajaba en automóvil hacia su finca de El Canutillo. En la ciudad de Hidalgo del Parral, en el Estado de Chihuahua, unos asesinos lo acribillaron a balazos; también pereció en la emboscada, entre otros, el Coronel Trillo. Se dice que la orden la dio el entonces Presidente Obregón.
Casasola dejó constancia del suceso, tomando una instantánea del crimen con los cadáveres todavía en el vehículo en el que habían sido asesinados.
Unos años después de su muerte unos desconocidos profanaron la tumba de Villa seccionándole la cabeza. Unas fuentes atribuyen el acto a unos soldados borrachos mandatados por Obregón; para otras, fueron unos gringos que, en el lugar del vandálico acto, dejaron el siguiente letrero: “Nos llevamos la cabeza del bandido”.
Se dice que el magnate de la prensa norteamericana Hearst pago 5.000 dólares por tan tétrico trofeo.
Asesinato del General Francisco Villa y del Coronel Trillo. Autor: Agustín Víctor Casasola.

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