En el mes de diciembre de 2020 los medios de comunicación zaragozanos comienzan a dedicarle artículos a un muro de ladrillo, con la puerta y las ventanas tapiadas, que se encuentra en el número 40 del paseo María Agustín.
Según denuncian destacados historiadores y asociaciones defensoras del patrimonio y de la cultura aragonesa, la próxima construcción de viviendas en el solar que se oculta tras ese muro, pone en riesgo uno de los más significativos testimonios de los inicios de la edad contemporánea zaragozana.
Pero en realidad, pocos zaragozanos conocen el valor de esa humilde tapia, que en su día formó parte del cuartel de caballería del Tinglado, construido en 1775, y que posteriormente recibirá el nombre de cuartel de caballería “El Cid”.
Para conocer su historia, hay que retrotraerse a la mañana del 15 de junio de 1808, cuando las tropas francesas, mandadas por el general Lefebvre, llegan ante las frágiles murallas de la ciudad y deciden iniciar el ataque por las puerta del Carmen, del Portillo y de Santa Engracia.
Los defensores de la ciudad frustran su objetivo, por lo que los galos se ven obligados a replantearse el ataque.
La columna francesa del lado izquierdo decide rebasar un frágil muro de la ciudad, que es a su vez la trasera del cuartel de caballería, intentando abrirse camino hasta el Portillo.
Los soldados, revientan las ventanas y se adentran en el interior del edificio militar, desperdigándose por todo el recinto. Pero los zaragozanos les reciben a sangre y fuego.
Se pelea cuerpo a cuerpo, a cuchillo y bayoneta o con disparos a bocajarro. Los pocos atacantes que consiguen salir con vida del edificio, la pierden a manos de los que les esperan en el exterior del cuartel.
Dos veces más intentan ese día acceder a la ciudad a través del cuartel, con idéntico resultado.
Los combatientes resbalan en la sangre que se extiende por los suelos de los pasillos, patios y demás dependencias.
Los pocos franceses que logran salir y llegar a la plaza del Portillo son exterminados.
Desbordado el ejército atacante, decide replegarse dejando sobre el terreno más de setecientos compatriotas muertos. Los zaragozanos han perdido unos trescientos hombres.
El combate pasará a la historia como “Batalla de las Heras”.
Este edificio, símbolo de la encarnizada defensa de la ciudad, es objeto del más injustificable abandono durante la segunda mitad del siglo XX, hasta que finalmente termina totalmente derruido.
Durante décadas, la tapia que se extiende a lo largo del paseo María Agustín número 40, no ha cumplido otra función que la de ocultar el solar a los ojos de los viandantes, que, en su mayoría desconocían la historia que se acaba de relatar.
Afortunadamente, tras las denuncias formuladas por los amantes de nuestro patrimonio, el Ayuntamiento de Zaragoza ha alcanzado un acuerdo con la empresa que va a edificar viviendas en dicho solar, merced al cual se preservará la puerta y una parte del muro, a los que se les dará la relevancia que merece.
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Mario Maganto Berdejo.
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