Son
muchas las alternativas de ocio que ofrece el Parque José Antonio
Labordeta, de Zaragoza: pasear, hacer deporte, leer, tomar el sol o
disfrutar de la contemplación de la naturaleza.
Nosotros
vamos a realizar un agradable paseo cultural, hablando someramente de
aquellas personas a las que la sociedad quiso rendirles homenaje
erigiéndoles, en este bonito parque, esculturas o monumentos, por
haber destacado en alguna de las ramas del saber, del arte o de la
generosidad humana.
Iniciamos
nuestro recorrido, en la Avenida de los Bearneses, justo en el punto
de intersección con el Paseo de San Sebastián.
Nos
situamos en el costado izquierdo de la Avenida, dejando a nuestra
derecha la Acequia de las Abdulas.
El
primer monumento rinde homenaje a Joaquín Dicenta, nacido en
Calatayud en 1862.
Joaquín
Dicenta es un hombre de letras, que cultiva el periodismo, el teatro
y la poesía. Alineado con la corriente naturalista, su obra aspira a
reflejar la cruda realidad de la sociedad que le toca vivir.
Republicano
y ateo, su descendencia destaca en el mundo de la interpretación,
siendo sus más significativos representantes Manuel y Daniel
Dicenta, esposo de Lola Herrera.
Durante
el franquismo, su figura se relega a un segundo plano.
Seguimos
paseando hasta alcanzar el memorial dedicado a Paco Martínez Soria.
Originario
de Tarazona, inicia su vida profesional trabajando de dependiente y
agente comercial. Durante la guerra civil pierde su empleo, por lo
que decide internarse en el mundo de la actuación.
Afiliado
a la CNT en tiempos de la república, en 1940 forma su propia
compañía de teatro, lo que no le impide iniciar una exitosa y
prolongada relación con el cine.
En
los años cuarenta del siglo XX dirige el Teatro de la Zarzuela y en
1950 adquiere el teatro Talía, de Barcelona.
Bajo
la dirección de Pedro Lazaga, protagoniza la película "La
ciudad no es para mí", con la que consigue un rotundo éxito.
Le siguen un buen número de largometrajes, que le consagran como uno
de los actores más taquilleros.
Fallece
en 1982.
A
continuación, nos encontramos con el monumento a Miguel Fleta, quien
preside, desde su pedestal, una bonita fuente.
Nace
en Albalate de Cinca en diciembre de 1897, llega a ser uno de los más
sobresalientes tenores que ha dado la lírica española.
Formado
en el Conservatorio del Liceo de Barcelona, actúa en los teatros más
importantes del mundo, incluidos el Metropolitan Opera House, de
Nueva York, y la Scala de Milán, donde es dirigido por el propio
Toscanini.
Afiliado
a Falange, con la que colabora activamente, se cuenta la anecdota de
que, al proclamarse la República, el portero del Teatro Gayarre de
Pamplona le dice: "Don Miguel, ahora somos todos iguales",
a lo que respondió el tenor: "Pues vaya usted a cantar, que ya
me quedo yo en la puerta".
Fallece
tempranamente, a los 37 años de edad, a causa de un grave trastorno
renal.
Llegamos,
seguidamente, al imponente monumento erigido con ocasión de la
Exposición Hispano Francesa de 1908.
Instalado
originariamente en el actual Paseo de Pamplona, se traslada en 1947 a
su ubicación actual.
El
león de bronce representa a la ciudad.
A
su lado, dos niños, que llevan los atributos de Mercurio y una
imagen de Minerva, recrean el Comercio y las Artes, respectivamente.
La
otra parte del memorial, se dedica a Basilio Paraíso, nacido en
Laluenga, Huesca, en 1849.
Basilio
Paraíso es uno de los más ilustres representantes aragoneses de la
segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX.
Licenciado
en medicina, empresario, escritor y político, funda la emblemática
fábrica de espejos "La Veneciana", que alcanza relevancia
nacional.
De
inicial adscripción republicana, preside la Cámara Oficial de
Comercio e Industria de Zaragoza y es miembro fundador de "Heraldo
de Aragón".
En
1901 obtiene escaño en el Congreso de los Diputados, siendo nombrado
posteriormente senador vitalicio.
La
escultura de Basilio Paraíso se coloca años después de su muerte,
pues en vida no se consideró digno de tal homenaje.
Seguimos
avanzando hasta el final de la avenida, donde podemos disfrutar de un
bonito estanque, que bordearemos para iniciar el camino de retorno
por el otro costado de la Avenida de los Bearneses.
Durante
el trayecto, iremos internándonos por sus diferentes espacios, a la
búsqueda de memoriales significativos, como el erigido en 1967, en
honor del nicaragüense Rubén Darío, con ocasión del centenario de
su nacimiento.
Ubicado
en el entorno de la Rosaleda, el conjunto está constituido por un
irregular pedestal de piedra, coronado por la figura estilizada de un
niño desnudo que, con los brazos extendidos, atrapa a la poesía,
simbolizada por una estrella.
Antes
de llegar al Paseo de San Sebastián, nos detenemos nuevamente para
rendir homenaje a Isabel Zapata, cuya placa se erige en la tapia sur
del Jardín Botánico.
Nacida
en Zaragoza, pero originaria de Andorra, pertenece a una destacada
familia de joteros.
Nacida
en 1904, ejerce, durante casi cuarenta años, como profesora en la
Escuela Municipal de Jota de Zaragoza.
También
dirige el grupo folclórico "Raza Aragonesa" y funda los
Coros y danzas de la Sección Femenina, de Zaragoza.
Retornando
a la travesía de los Bearneses, avanzamos hasta alcanzar la glorieta
de las 13 rosas, presidida por trece placas de acero galvanizado, que
rememoran los nombres de trece mujeres, de entre 18 y 29 años,
algunas de ellas integrantes de las Juventudes Socialistas
Unificadas, que son fusiladas en Madrid, el 5 de agosto de 1939, tras
ser condenadas por el bando franquista, cuatro meses después de
finalizada la guerra civil.
Tras
ascender por las escalinatas que nos conducen hasta la cima del
cabezo, llegamos a la fuente sobre la que se alza la imponente efigie
de Alfonso I el Batallador, cuarto rey del pequeño reino de Aragón,
que conquista la ciudad de Zaragoza, en manos musulmanas hasta el año
1118.
La
estatua, se inspira en la obra pictórica de Francisco Pradilla. El
conjunto escultural alcanza los 15 metros de altura.
El
monarca, con gesto sereno, contempla desde su elevada atalaya, la
urbe que acaba de incorporar a su reino.
A
sus pies, en posición desafiante, el león, símbolo de la ciudad.
Reanudamos
nuestro paseo, en dirección contraria a la que el rey dirige la
vista, buscando nuestro siguiente objetivo: la efigie de Vicente
Galbe.
Este
concejal zaragozano disfruta merecidamente del reconocimiento de la
ciudad, ya que, desde ese cargo municipal, impulsa, durante la
primera década del siglo XX, la construcción del parque que estamos
visitando, y que se inaugura en 1929 por Miguel Primo de Rivera.
Muy
cerca, se encuentra el monumento erigido en honor de aquellos
aragoneses que sufrieron los campos de concentración nazis.
En
1985, la asociación "Amical de Mathausen" decide
conmemorar, en Zaragoza, el 40 aniversario de la liberación de los
campos de concentración.
El
alcalde de la ciudad, Ramón Sainz de Varanda, encarga al arquitecto
Fernando Fernández Lázaro que realice un monumento que rememore
tales hechos.
El
autor, opta por una solución minimalista.
Cuatro
columnas de cemento recrean las barras de la bandera aragonesa, que
en este caso, simbolizan las rejas de los campos de exterminio.
Volvemos
sobre nuestros pasos, para descender la escalinata que nos conduce
nuevamente a la desembocadura de la cascada para desde allí, girando
a la derecha, adentrarnos en el Bosque de la Amistad, donde, sobre un
pedestal, reposa el busto de Simón Bolívar, donado a la ciudad por
el gobierno de Venezuela en 1970.
Este
caraqueño, nacido en 1783, es uno de los grandes protagonistas de la
emancipación de la América hispana.
La
última parte de nuestro recorrido, la iniciamos en el Paseo de
Manuel Azaña, tomando como referencia la estación del tren
“Chu-Chú.
Siguiendo
la ruta de la atracción infantil, localizamos a nuestra derecha uno
de los más notables monumentos que adornan el parque.
Se
trata del erigido en honor del Doctor Félix Cerrada, en el año
1929, a iniciativa del Colegio de Médicos de Zaragoza.
Nacido
en Hernani, en 1857, se licencia en medicina en la Universidad de la
capital aragonesa, donde ocupa una cátedra.
Atraído
por la política, ostenta durante un tiempo la presidencia de la
Diputación Provincial y la alcaldía de la ciudad.
Desde
este último cargo, impulsa importantes actuaciones, como la red de
alcantarillado, la beneficencia municipal y la repoblación del
cabezo Buenavista.
Dos
pedestales unidos por un murete, conforman el conjunto
arquitectónico. Sobre el de mayor altura, se sitúa el busto del
doctor Cerrada.
En
el otro, el centauro Quirón, quién inicia a Esculapio en los
secretos de la medicina.
Enfrente,
se localiza el busto de Eusebio Blasco Soler, periodista, político y
literato, nacido en Zaragoza en 1844.
Activista
político progresista y prolífico autor, se relaciona con
importantes personalidades de la época, como el tenor Gayarre o
Gustavo Adolfo Bécquer.
Políticamente,
con el discurrir de los años, evoluciona hacia posiciones
monárquicas, llegando a desempeñar responsabilidades
administrativas, durante el mandato de Cánovas.
Tras
Eusebio Blasco puede disfrutarse de un bonito pozo.
En
el mismo costado, tras avanzar unas decenas de metros, se llega al
memorial de Luis María López Allué, originario de Barluenga, un
pueblecito de la provincia de Huesca.
Estudia
la carrera de Derecho en la Universidad de Zaragoza, llegando a
presidir la corporación municipal oscense.
Dirige
“El Diario de Huesca”, cultiva la la poesía, la novela y el
cuento, centrando el hilo argumental de sus obras en el costumbrismo
aragonés.
“Capuletos
y Montescos”, publicada en 1900, es su obra más destacada.
Tras
cambiar nuevamente de acera, descendemos por una suave pradera hasta
llegar a la efigie de José Pardo Sastrón, nacido en 1822, en la
localidad de Torrecilla de Alcañiz.
Farmacéutico
de profesión, es, junto con Francisco Loscos Bernal, un destacado
botánico que dedica buena parte de su vida a catalogar la flora de
su comarca natal.
Fundador
de la Sociedad Aragonesa de Ciencias Naturales, ostenta la condición
de comendador de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio.
Finalizamos
nuestro recorrido en la pradera del Rincón de Goya, donde se puede
disfrutar de la “Dama Ibérica”, también conocida como “Dama
de Zaragoza”, o como el “Monumento al origen”.
Se
trata de un impresionante busto femenino, de piedra de la Puebla de
Albortón, tallado en ese mismo lugar por escultores integrantes de
la Asociación Cultural Pablo Gargallo.
Dispuesta
directamente sobre el suelo, sin ningún pedestal que la ampare,
parece inspirarse en el arte ibérico, guardando no pocas similitudes
con la Dama de Elche.
MÚSICA
Bolero inesperado.
Paco Santiago González.
GUIÓN, FOTOGRAFÍA Y MONTAJE:
Mario Maganto Berdejo.
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