viernes, 11 de diciembre de 2020

FUENTE DE NEPTUNO O DE LA PRINCESA DE ZARAGOZA


 Erguido, sobre una columna adornada con cabezas de león sosteniendo en sus bocas floridas guirnaldas; con el brazo derecho extendido y el izquierdo privado de antebrazo y tridente, el coronado rey Neptuno, apenas cubierto con un tosco manto, contempla impasible el idílico jardín que se extiende bajo sus pies. Más de cincuenta años regalando su presencia a cuantos han visitado y visitan el antaño denominado Parque Primo de Rivera, hoy José Antonio Labordeta. Pero la historia de Neptuno se remonta a dos centurias atrás, cuando sometida finalmente la ciudad de Zaragoza al invasor francés, las autoridades galas le encargan al Director del Canal Imperial la construcción de una fuente que, por primera vez, provea de agua corriente a la ciudad. Tomás Llovet será el responsable de diseñar la escultura que corone la fuente, sirviéndole de inspiración la de Neptuno de Madrid. En julio de 1813 las tropas Napoleónicas abandonan la ciudad y LLovet concluye el encargo, pero aún deberán transcurrir dos décadas para que se abra una suscripción popular con la que financiar la fuente. La excusa: conmemorar el juramento como princesa de Asturias de la Infanta Isabel. En 1838, en el espacio que ocupara en otro tiempo la Cruz del Coso, desaparecida durante los Sitios de Zaragoza, se coloca la egregia figura de Neptuno, que se constituye en el eje central de la Plaza de San Francisco, también conocida como de la Constitución, hoy Plaza de España. El conjunto escultórico será conocido con "Fuente de la Princesa". Pero el poderoso rey de los Mares no tuvo ocasión de ver manar por sus caños la ansiada agua hasta el verano de 1845, en que, por vez primera, cuatro delfines, disciplinados servidores del dios, comenzaron a escupir por su boca el preciado elemento, que llegado desde el Canal Imperial de Aragón, vino a saciar la sed de los zaragozanos. En 1902, con la llegada del agua corriente a la ciudad, el Regidor de los mares es retirado de su privilegiada ubicación, siendo sustituido por el actual "Monumento a los mártires de la religión y de la patria". Durante más de 30 años, el dios del tridente es abandonado en los talleres municipales de canteria, hasta que el 1935 vuelve a ver la luz del sol, en la arboleda de Macanaz, sobre una reseca estructura de hormigón que se extiende hasta las proximidades de la ribera del padre Ebro. En 1946, el Poseidón griego contempla por última vez las torres de la Zuda y de San Juan de los Panetes y parte hacia su nuevo destino, en el lejano parque que se desparrama a los pies del Cabezo de Buenavista. Allí, en el Parque Primo de Rivera, pasa a constituir la figura preeminente de la Glorieta de la Princesa, y allí ha seguido hasta nuestros días, sometiéndose de manera silente, perseverante y prudente, al discurrir de los años y al capricho de los hombres, que a lo largo de dos siglos han dispuesto del dios a su conveniencia, sustituyendo, en un último antojo, el antiguo nombre de Glorieta de la Princesa, por el más contemporáneo y quizás menos poético de Glorienta de José Luis Sampedro. Música: Carol of the bells, de Mikola Leontóvich, interpretada por Mike Block. Óleos: "El Pilar no se rinde", de Federico Jimenez Nicanor. "El dios de las aguas", de Joaquín Pallares. "La cinco marzada" de Alejandro Miguel y Gálvez. Fotografías: Fountain of Isabel II and the Salon of Saint Engracia, Charles Clifford, 1860. Place de la Constitution, René Ancely, 1899. Plaza de la Constitución, Ignacio Coyne, 1902. Plaza de la Constitución para postal comercial de Hauser y Menet (Madrid), 1905. Fuente de la Princesa, 1930. Arboleda de Macanaz, Gerardo Sancho Ramo, 1940. Fuente de la Princesa, 1946. Fuente de la Princesa, 1955. Fuente de la Princesa, Archivo fotográfico Arribas, 1966

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